Escamas de zafiro (青玉鱗 Seigyoku-rin?) es una enfermedad muy extraña aparentemente incurable que provoca la aparición de piedras parecidas al zafiro en la piel de la víctima.[1]
Descripción[]
Escamas de zafiro provoca la aparición y crecimiento de piedras que recuerdan al zafiro en la piel de la víctima, este proceso puede ser acelerado por la exposición del paciente a la luz natural, tanto del Sol como de la Luna. Aunque el crecimiento de las piedras puede ser ralentizado en gran medida evitando la exposición, las piedras terminarán por cubrir todo el cuerpo del paciente eventualmente llevándole a una muerte segura a los pocos años.[1]
La enfermedad es extremadamente rara, e incluso se ha afirmado que es aún más rara que el síndrome del plomo ámbar. Debido a esto, la mayoría de los médicos no saben ponerle remedio a excepción de unos pocos. Aunque no se sabe cómo puede contraerse esta enfermedad, se sabe que no es contagiosa, debido a que quienes han interactuado con la persona enferma no presentan ningún síntoma. Sin embargo, parece ser hereditaria, ya que Jewelry Bonney la desarrolló tras haberla contraído su madre. La cura para esta patología es aún desconocida.[1] Al igual que con el Plomo Ámbar, si un niño contrae esta enfermedad su esperanza de vida será muy corta. Cuando Bonney contrajo la enfermedad un médico que la examinó explicó que no viviría más de diez años.
Historia[]
Dos años después de ser secuestrada y forzada a ser la esposa de un Noble Mundial, Ginny contrajo las Escamas de Zafiro, siendo abandonada a causa de esto, situación que aprovechó para huir en un barco con su hija recién nacida hasta el Reino de Sorbet. Mientras se dirigía hasta allá su enfermedad comenzó a expandirse rápidamente a lo largo de su cuerpo debido a su exposición al Sol. Tras llegar a Sobert, Ginny al poco tiempo sucumbió a su enfermedad y murió justo antes de que Bartholomew Kuma pudiese llegar para verla una última vez.
Tiempo después, una Bonney de muy temprana edad contrajo la enfermedad, por lo que Kuma comenzó a evitar su exposición a la luz natural manteniéndola dentro de la iglesia del pueblo en el que vivían. A pesar de sus esfuerzos, la enfermedad no se detendría hasta expandirse por completo, siendo Bonney diagnosticada con una esperanza de vida no mayor a diez años por un médico.
Curiosidades[]
Referencias[]
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